domingo, 24 de noviembre de 2013

Martín Fierro

Primera parte: "La Ida" Martín Fierro, el gaucho, nos va a contar con sincera nostalgia la vida feliz que antaño llevaba en la pampa y la inicia no con el grandilocuente verso homérico de "Canta musa, la cólera de Aquiles"… sino con un auténtico rapsoda del pueblo al que van destinadas sus cuitas y lamentos: "Aquí me pongo a cantar / al compás de la vigüela…" en el canto II comienza el relato propiamente novelesco del poema, concretamente al llegar la cuarta estrofa: la leva lleva al gaucho del hogar a "la frontera", a la tierra de indios. En el canto III asistimos a la vida miserable que sufre nuestro protagonista en su nuevo destino. La guerra con el indio se halla erizada de peligros sin cuento, hasta el punto de que el gaucho decide huir (canto IV y V). La continua huída va a durar tres años, sembrado de penalidades sin cuento. Pobre y desnudo, regresa a su rancho, que ha sido destruido y ha de refugiarse en una cueva. Las penalidades no han terminado: en el canto VII Fierro sufre persecución al ser considerado un vago. Entonces se revela y se torna "malo", frecuenta las "pulperías", se emborracha y, pendenciero, en una pelea mata a un negro. En el canto VIII, la policía lo persigue. Exhausto, pero valiente, lucha hasta la extenuación, hasta conseguir la admiración del sargento de policía Cruz, en el canto IX lo escucha con atención y, compadecido de él, le cuenta a su vez, su historia; y así ambos, por ser dos almas gemelas, deciden marchar a tierra de indios. Así se llega al canto XIII, con el que finaliza la primera parte. Hernández, por boca de su protagonista, anuncia "romper la guitarra para no volverla a templar". En la última estrofa se encierra toda la protesta y denuncia socio-política: "…que referí ansí a mi modo / males que conocen todos / pero que naides contó". Segunda parte: "La Vuelta" La segunda parte abre también con una pequeña introducción. Se trata de una novela rimada con ecos de poema épico. José Hernández sabía que la fama de su personaje corría de boca en boca, a semejanza de lo que Sancho dice en relación a su amo en la segunda parte del Quijote (1 y 2). Narración de las aventuras de Cruz y Fierro en la tierra de indios, fiestas y bailes de los mismos, postura ante los prisioneros. En el canto 3 aparece una poesía sentenciosa junto al treno y la lamentación continuada. Una resignación sin esperanza, un estoicismo ilustrado con metáforas encadenadas. Menos mal que el lamento es el mejor lenitivo para todos los males. Las lamentaciones se cortan y volvemos a enfrentarse con el indio y conocemos la vida de prisioneros de Cruz y Fierro. En los cantos 4 al 6 se nos describen las costumbres indias, muchas de ellas bárbaras y salvajes, singularmente las de los hombres que maltratan a sus mujeres cuales aparecen como sufridas y abnegadas. En el canto 6, Cruz muere de viruelas. Encomienda a Fierro a su hijo porque ya no tiene tampoco madre. Hasta ese momento no sabíamos que cruz tenía un hijo, y es quizá para un hombre que siempre se halla en escenarios bélicos, el pensar que podía tener una familia le quitaba toda la dureza de su carácter. En el canto 8, tras enterrar a Cruz y llorarle, Fierro se ve envuelto en un terrible duelo con un salvaje que maltrata a una prisionera blanca. Después logra huir con ella, no sin antes asistir a una de las escenas más tiernas y a la vez duras del poema: el indio golpea brutalmente a la mujer y le arranca a su hijo de los brazos, acto seguido lo degüella… ¡para amarrarle después las manos con las propias tripas de su hijo! En los cantos 9 y 10 Fierro y su compañera sepultan al niño despedazado, tras matar al indio y enterrarlo en un "pajonal", a fin de que la tribu tarde en encontrarlo; después marchan a "tierra de cristianos". Cuando llegan, Fierro se despide de la mujer y cada cual parte por su lado. Tres años han pasado en duro peregrinaje y cinco con los indios cautivo. Las autoridades ya no se acuerdan de sus delitos. Entonces aparecen los hijos de nuestro protagonista, a los que les cuesta identificarle, porque "venía muy aindiado y muy viejo". En el canto 12, el hijo mayor cuenta su estancia en la cárcel; en el 13 el hijo segundo narra asimismo su historia. Se nos da a conocer un nuevo personaje: el viejo Viscacha, a quien se le encomendó el hijo más pequeño hasta que tuviera edad para gozar de la herencia. El carácter y las acciones de Viscacha se nos narran en los cantos 14 y 15. En el canto 16 fallece Viscacha y es enterrado (canto 17 y 18). La obsesión por el viejo Viscacha, que tanto hiciera sufrir al hijo segundo, se nos explica con detalle. En el canto 20 aparece Picardía, que explica su azarosa vida picaresca (cantos 21 a 28). ¡Finalmente descubrimos que Picardía as el hijo de Cruz! Aparece a continuación el Moreno, nada menos que el hermano menor del negro que injustamente mató Martín Fierro (canto 29 a 31). Por último, Martín Fierro (transposición del autor) da una serie de consejos a sus dos hijos. Estos, junto con Picardía, se despiden, no sin antes decidir cambiar de nombre. En la penúltima estrofa se nos devela el mensaje del autor al proponerse escribir la segunda parte de la obra: "es el tiempo de olvidar antiguas rencillas, tiempo es de trabajar por un futuro". El propio José Hernández se dirige a los lectores con el convencimiento de que su poema a de pasar a la posteridad y de que todo él encierra una enseñanza. Personajes secundarios Cruz Es también gaucho como Fierro, pero ha ingresado en la policía gracias a un amigo que le debía una "deuda de sangre"; aparece como una especie de "doble" de aquel, pero no le anula. Su nombre ya es un símbolo: sufrimiento, muerte, castigo, purga en la vida de acciones pasadas… y por "la forma de firmar"… ¡con una cruz! como analfabeto. Actúa como complemento y desdoblamiento de nuestro héroe, que clama incluso con mayor fuerza que este contra la injusticia de los que mandan. En la segunda parte lucha fieramente a lado de Fierro contra los indios: cree que va a morir, pero no es así hasta que le sobreviene el final, no en la lucha, sino tras cuidar a un indígena. Más humano que nunca, cae también él gravemente enfermo y encomienda con la mayor ternura un hijito a Fierro, desapareciendo para siempre. El hijo mayor de Martín Fierro. Se nos presenta como un ex presidiario que ha ido a la cárcel injustamente, a la manera de El Proceso, de Kafka. El hijo mayor acusa y de él se vale José Hernández para lanzar un último ataque contra la justicia y el sistema penitenciario. En él están simbolizados no sólo todos los perseguidos injustamente, sino todos los que se hallen encerrados en la cárcel de su propia existencia (angustia existencial). El hijo segundo. Se relaciona con Picardía, hijo de Cruz, y es un digno continuador de la gloria picaresca española. Trasciende de él un sentido humano de inocencia gracias a él se introduce en la obra un personaje de la riqueza argumental del viejo Viscacha. Una mujer (la tía) le recoge y le mima, y le deja una herencia gracias a la cual este hijo segundo entra en contacto con gente más refinada que los gauchos. La semejanza con los pícaros se halla muy lograda, ya que el muchacho vagabundo va de mano en mano y pasa "hambre viva" en casa del avaro Viscacha. Como en el caso de Picardía, su forma de vivir se halla determinada por las circunstancias. Picardía. Hijo de Cruz, su nombre lo dice todo, narra sus aventuras sus detalles de humor que suavizan la tragedia del hijo mayor. Vizcacha. Viejo astuto y avaro que ha vivido siempre en el campo. Viscacha recuerda con su nombre al de una clase de roedor que vive en las madrigueras (una "vizcacha"). Es viudo por haber matado a su mujer de un golpe por haberle dado un "mate frío", pero el remordimiento no lo dejará ya en paz. Avaro, celoso o maniático, el hijo de Fierro deberá dormir fuera de su covacha, a la serena, con el cuerpo medio desnudo. Viscacha da al muchacho unos consejos, auténtica norma de vida para el pícaro que ha de desplegar la astucia, el engaño, el disimulo y la misoginia para sobrevivir en un mundo donde el hombre es lobo para el hombre. El Moreno o "Negro de la Payada". Contrasta con los otros personajes sobre todo por el color. Se trata de un vengador de ofensa legal (venganza de la sangre) por ser pariente del muerto, pero no consuma la venganza, porque en la segunda parte ha llegado la hora del perdón y el olvido para las viejas ofensas. Su figura es interesante desde el punto de vista técnico y estilístico por introducir la payada, y con ella el poema incorpora uno de los elementos corrientes en la poesía gauchesca. El enfrentamiento entre negro y blanco es explicado por algunos como intención de tipo racial. El gaucho siente con orgullo la indiferencia hacia el color y si este orgullo lo separa del "pueblero" (aquí con mucho de defensa), también lo hace del indio y el negro. Las mujeres Se ha dicho que el Martín Fierro es un poema de hombres, lo cual no obsta para que la mujer se halle presente en él, tanto de forma individual como colectiva, en los distintos cantos de las dos partes. La primera que nos presenta el poema es la esposa de Fierro. No posee nombre concreto y sale en él de forma episódica sin que sepamos nada ni de su rostro ni de sus formas… "una de tantas". Al marchar Martín Fierro, ella también marcha "con no se qué gavilán", y Fierro la disculpa e incluso le desea suerte. La segunda es la del negro a quien un día, estando Fierro borracho, la insulta y se mete con ella hasta que la pelea inevitable termina con la muerte del negro. Fierro pretende entonces continuar su atropello, pero reflexiona y, por respeto, desaparece con gran remordimiento. Cuando Cruz acaba de unir su vida a la del gaucho aventurero, aparece de nuevo la mujer, que si es buena puede ser de gran alivio para el compañero. Sin embargo, la de Cruz, a la que primero se pondera, termina, como la de Fierro, abandonándole por el comandante de la milicia. La misoginia de ambos hombres es pues justificable. Misoginia que se repite en el baile del gaucho (canto XI), en donde, además de una que le provoca, otras se burlan de él. Llegamos con ello a la Vuelta. Las primeras mujeres que se nos presentan son las indias. Martín no tiene más que elogios para ellas. Son también mujeres sin rostro: piadosas, diligentes y sufridas en los trabajos. Sufren pacientes bajo el duro yugo del marido que es su tirano y su señor, y que "ni sabe lo que es amar". Con las indias contrasta el retrato de la "china vieja" que culpa a un "gringuito" cautivo de ser el causante de la viruela negra. Es una mujer maléfica y supersticiosa. El episodio de la mujer cautiva produce el retrato más tierno de mujer del Martín Fierro, así como las trágicas escenas de las que es protagonista: mujer buena con su hijito contrapuesto al de la "china mala" que desencadena el drama. Gracias a la entereza de la cautiva, que pierde a su hijo degollado, Fierro recupera el instinto de pelea. Mujer valiente, Posee toda la cautela propia de la feminidad y sabe sobreponerse al dolor y ayudar a Fierro cuando es atacado por el indio y cae debajo de él sin poder volverse. Hernández hace que Fierro bendiga a Dios por haber puesto en aquella mujer la "juerza que en un varón / tal vez no pudiera haber". Muerto el indio, se produce la huída de Fierro y la mujer. Nada se nos dice en cuanto si ha habido relaciones más íntimas entre el protagonista y la cautiva. El autor es todo discreción y hace que Fierro, convertido en auténtico paladín, no necesite descender a situaciones más prosaicas… Por último se hallan: la tía que, recoge al segundo hijo de Fierro, lo mima y lo hace su heredero. Es una mujer con auténtico buen corazón y carácter maternal; y en contraste con la amable figura de la tía, está la curandera, auténtica parca, que visita a Viscacha viejo y enfermo. La viuda de la que se enamora el segundo hijo de Fierro. De la viuda su conducta, nada sabemos, mujer esquiva de la cual anda locamente enamorado el muchacho, no puede consumar su unión porque aquella es fiel a la memoria de su marido. Unas tías que recogen al hijo de Cruz para que no ande suelto y desamparado, buenas mujeres, aunque unas beatorras de cuidado y, contrastando, la mulata que se "pega" al lado de Picardía, primero como ángel de la guarda, después como pícara tentadora del muchacho. Apodada "la parda, tenía los ojos como refocilo"… Finalmente, la alusión que hace el Moreno a su sufrida madre que tuvo diez hijos… En 1872 sale “El gaucho Martín Fierro”. Siete años más tarde, en 1879, se editaría la segunda parte de esta obra: “La vuelta de Martín Fierro”. El discurso ideológico “El gaucho Martín Fierro”. Critica la situación de pobreza en la población rural de bajos recursos. Denuncia un tratamiento brutal hacia los gauchos que los arroja fuera de la ley y los transforma en delincuentes. Los conflictos se resuelven a punta de lanza. Se marca el enfrentamiento social. “La vuelta de Martín Fierro”. Resume los lineamientos para su integración definitiva y la mejora de su condición de vida. Apela al pacto y, en tono didáctico y ejemplar, reclama un programa social que promueva en el gaucho la aceptación de la Ley Única a cambio del pleno ejercicio de sus derechos como ciudadano. Los conflictos hallan su remedio en la palabra. Se observa el pasaje del enfrentamiento a la conciliación social. Diferencia entre literatura gauchesca y gaucha La poesía oral anónima cantada con acompañamiento de guitarra por payadores o gauchos que alternaban sus versos es la poesía gaucha. La gauchesca es la que escriben los intelectuales adoptando el estilo y los temas de los payadores y reelaboran su lengua con fines estéticos. En el género gauchesco la voz del que escribe se apropia de la del gaucho, de los tonos de desafío y lamento, representan la identidad nacional. Definición de gaucho El gaucho argentino era un hombre errante sin trabajo y que en general escapaba de la justicia. El termino gaucho deriva de la voz quechua huachu que quiere decir “huérfano” y que los españoles ampliaron con el significado de “vagabundo”. Los portugueses comenzaron a usar la palabra gaúcho en el sentido de malhechor. Ambos términos remiten a valoraciones negativas. Un gaucho tendrá una doble condición: por un lado, huérfano, es decir sin familia; y por otro lado malhechor, es decir un perseguido por sus malas acciones.

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