miércoles, 18 de abril de 2012

La narración de ficción

Cap5. La narración de ficción La ficción como hipótesis Los filósofos del lenguaje afirman que el discurso ficcional es un acto de habla fingido, es decir un discurso que simula el acto de habla cotidiano. Según Searle (1975) la ficción es un acto de habla fingido del autor que finge hacer referencia a un objeto que no existe. Mignolo (1982) señala que la ficción se constituye bajo la convención del uso del lenguaje (la ficcionalidad) que sella un pacto de lectura según el cual la ficción no es una mentira. El autor no finge un acto elocutivo sino que crea una situación de comunicación imaginaria cuyo sujeto no es el autor sino un hablante creado por él: el narrador. El narrador siempre dice la verdad y el lector siempre lee el texto como ficción a través de un pacto de lectura cuya convención fundamental radica en la ausencia de correferencialidad entre narrador y autor. Según Pavel (1991) la realidad se compone también de los mundos posibles y probables, mundos que desde el punto de vista semántico no responden a la organización lógica del mundo actual. La ficción impone sus propias reglas que suspenden provisoriamente las que valen fuera del espacio lúdico. Los elementos paratextuales instauran un pacto o acuerdo de lectura a través del cual el lector sabe que el mundo que construye es de ficción. Iser (1997) señala una estructura de doble significado, porque siempre hay un significado manifiesto que bosqueja otro latente. La ficcionalidad provoca un juego de ocultación y revelación. Saer (1997) afirma que la ficción se constituye sobre la base de la tensión dialéctica entre lo real y lo imaginario y que ese entrecruzamiento de verdad y falsedad constituye el fundamento implícito de toda ficción. La ficción literaria ofrece mundos posibles que echan nueva luz sobre el mundo real. A través del lenguaje se explora la situación humana, mediante el prisma de la imaginación.

domingo, 15 de abril de 2012

"Ardores" Por Antonio Dal Masetto

En esta historia yo no entro y sólo soy un distante seguidor de los acontecimientos cuyos informes me llegan por un amigo que es vecino de la prima de la nuera de una de las suegras que en Parque Patricios se reúnen para solucionar los descalabros desencadenados a partir de que cierta pareja decidió poner fin a su matrimonio. El matrimonio estaba constituido por María y José. Empleados ambos, casita modesta, tres hijos, Amanda de nueve, Javier de seis, Luis de cuatro. Los detalles de la separación no vienen al caso y sólo importa consignar que, cuando José arma las valijas y parte a vivir solo, María le inicia juicio por alimentos. El abogado de María se llama Ladislao Bustillo y después de las primeras entrevistas descubre que su corazón comenzó a latir con mucha fuerza y que acaba de enamorarse perdidamente de la recién separada María. La invita a tomar café fuera del estudio, le manifiesta sus sentimientos y sus muy serias intenciones. Y para que la cosa no se empaste, para que los afectos no se mezclen con la profesión, resuelve pasar el caso de la separación y el reclamo de alimentos a su socia. La socia de Ladislao Bustillo, que se llama Josefina Arévalo, toma el caso, tiene un par de entrevistas con José y al cabo de las charlas y algunos llamados telefónicos fuera de horario de trabajo advierte que José es un hombre sumamente atractivo, sensible e inteligente y ahora le toca a ella el turno de enamorarse. Como es sabido, este tipo de cosas toma estado público rápidamente y ahora en el estudio hay cierta incomodidad. Para evitar malos entendidos y choques con su socio, también Josefina Arévalo decide desprenderse del caso. (Murmuran las malas lenguas que antes de esto los socios se entendían muy pero muy bien.) Debemos aclarar que Ladislao Bustillo y Josefina Arévalo son separados a su vez. Separados de una abogada y de un abogado. Con quienes tuvieron, él tres hijos y ella cuatro. Ambos mantienen una relación cordial con su ex esposa y esposo. Así que cada uno por su lado le pide a su respectivo ex que se haga cargo del caso de María y José. La ex de Ladislao Bustillo se llama Diana López. El ex de Josefina Arévalo se llama Mauricio Contreras. Pese a ser ambos del barrio no se conocían, hasta que tienen un encuentro profesional para discutir el caso de María y José y descubren que están hechos el uno para el otro y se enamoran como caballos. Así que estamos otra vez a punto cero y a esta altura los vecinos se preguntan qué pasará y cuál será el próximo capítulo de la historia. Este es el momento en que intervienen las suegras que nombré al comienzo y que en total son seis, una por cada interviniente en el embrollo amoroso. Están preocupadas por sus nietos, que suman la bonita cantidad de diez hermosos inocentes. Se reúnen a tomar mate todas las tardes en la casa de una de ellas, que tiene un patio con una buena parra y está fresco. Eligen una secretaria y se crea una asamblea permanente de suegras. Una de las suegras que está peleada con el marido propone que de inmediato se repudien a todos los hombres y se deje asentado en actas. Pero la moción es rechazada por excesivamente extremista. Otra sugiere la conveniencia de convocar también a los suegros. Nuevo rechazo: “Lo único que falta es que vengan los suegros y algunas de nosotras terminemos enamorándonos, el barrio se ha puesto demasiado incandescente, todo el mundo se enamora y hay que terminar con la plaga porque si esto sigue así va a ser incontrolable”. Otra sugiere hablar con don Chicho Mangiaferro, veterano sindicalista del barrio, que siempre anda acompañado por dos secretarios, y que además de levantar quiniela se dedica a escuchar las quejas y las inquietudes de los vecinos y las va anotando en una libreta para después tratar de resolverlas. La idea es pedirle a don Chicho que visite al sector masculino de estas parejas que se han ido armando y desarmando y les haga llegar su opinión contundente de hombre experimentado. Mientras tanto las suegras redactan un volante que pegarán en los árboles de las calles que dice: Basta de confusiones pasionales, hay que evitar que terminemos todos cruzados como en tribu de conejos porque se corre el riesgo de que los niños del futuro nazcan tarados. Hasta hoy así es como están las cosas y nadie sabe qué pasará mañana. Cabe consignar que trascendió una noticia inquietante. Más de un testigo asegura haber visto a José, a altas horas de la noche, saltar el tapial del fondo para ir a visitar a escondidas a María.

sábado, 7 de abril de 2012

El tiempo de la narración

El tiempo de la narración Tiene su propia temporalidad que es el tiempo de la narración, el momento en que se inscribe en el discurso del narrador. Se reconoce solamente si aparece la voz del narrador y comenta, evalúa, reflexiona sobre su propia condición de narrador y de las decisiones que debe tomar. El tiempo de la narración señala la posición del narrador en relación con la historia narrada: • Ulterior: se da con posterioridad al acontecimiento que se narra. • Simultaneo: el narrador simula narrar a medida que acaecen los hechos. Anterior: si se anticipan los hechos. Niveles narrativos Todo hecho que se narra en un relato está en un nivel diegético inmediatamente superior en el que se sitúa el acto narrativo que produce dicho relato en el nivel extradiegético se ubica el narrador que sostiene la historia. Todo relato puede a su vez subordinar otras enunciaciones o relatos. Si un personaje se instala como narrador, es un narrador diegético o intradiegético que cuenta una historia metadigética. En el “relato enmarcado” en tanto el acto de narrar esta incluido dentro de un relato, se abre una nueva situación de enunciación que genera una nueva historia que posee su propia autonomía con respecto a la anterior. Persona El narrador es una construcción ficcional. Genette distingue tres tipos de narradores en función de su participación o no en el nivel diegético. • Narrador homodiegético: aquel que participa en calidad de testigo de la historia que se cuenta. • Narrador autodiegético: aquel que participa en calidad de protagonista (cuenta su propia historia , autobiografía) • Narrador heterodiegético: aquel que no participa del mundo narrado, y que dado que cuenta de alguien que no es el mismo, lo designa en tercera persona.

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