miércoles, 24 de septiembre de 2008

DISCURSO DEL OSO Julio Cortázar

Soy el oso de las cañerías de la casa, subo por los caños en las horas de silencio, los tubos de agua caliente, de la calefacción, del aire fresco, voy por los tubos de departamento en departamento y soy el oso que va por las cañerías. Creo que me estiman porque mi pelo mantiene limpios los conductos, incesantemente corro por los tubos y nada me gusta más que pasar de piso en piso resbalando por los caños. A veces saco una pata por la canilla y la muchacha del tercero grita que se ha quemado, o gruño a la altura del horno del segundo y la cocinera Guillermina se queja de que el aire tira mal. De noche ando callado y es cuando más ligero ando, me asomo al techo por la chimenea para ver si la luna baila arriba, y me dejo resbalar como el viento hasta las calderas del sótano. Y en verano nado de noche en la cisterna picoteada de estrellas, me lavo la cara primero con una mano, después con la otra, después con las dos juntas, y eso me produce una grandísima alegría. Entonces resbalo por todos los caños de la casa, gruñendo contento, y los matrimonios se agitan en sus camas y deploran la instalación de las tuberías. Algunos encienden la luz y escriben un papelito para acordarse de protestar cuando vean al portero. Yo busco la canilla que siempre queda abierta en algún piso; por allí saco la nariz y miro la oscuridad de las habitaciones donde viven esos seres que no pueden andar por los caños, y les tengo algo de lástima al verlos tan torpes y grandes, al oír cómo roncan y sueñan en voz alta, y están tan solos. Cuando de mañana se lavan la cara, les acaricio las mejillas, les lamo la nariz y me voy, vagamente seguro de haber hecho bien.


Comentario

Se presenta cono un monólogo. El autor utiliza el recurso fantástico de colocar un oso donde usualmente hay agua, ejemplo: “Soy el oso de los caños de la casa”.
Describe los movimientos, detalladamente y con un lenguaje accesible. Realiza una dicotomía entre el oso y el hombre. También utiliza ciertas ironías como ”esos seres que no pueden andar por los caños, y les tengo algo de lástima al verlos tan torpes y grandes…al oír como roncan y sueñan”

EN EL PRINCIPIO ERA LA CAL de SYRIA POLETTI

Syria Poletti

Syria Poletti nació en Piave di Cadore (Italia) el 10 de febrero de 1919. Se radica desde muy joven en la Argentina, siendo traductora y profesora en distintas universidades e institutos del país. Ha producido una importante obra en la literatura infantil y obtenido diversos premios por su labor literaria. Como novelista y cuentista ha escrito: Gente conmigo (1961); Línea de fuego (1964); Extraño oficio (1971) e Historias en rojo (1969 y 1973)
Sus primeros relatos aparecieron en La Nación en 1953; un año después publicó Veinte poemas infantiles y desde 1955 escribió cuentos policiales en la desaparecida revista Vea y lea.



"En el principio era la cal"


Dumesnil no tenía cementerio. Era un pueblo surgido de la cal como de la nada. Nacido a caballo de unas lomas, como si quisiera, de un momento a otro, sacudirse de encima la capa de cal y emprender viaje.

La dinamita había hendido las entrañas de los cerros formando enormes cavidades y las piedras rodaban envueltas en nubes de polvillo calcáreo. Largas caravanas de camiones fueron abriendo huellas entre las tunas y los espinillos. Y de repente comenzaron a emerger de la cal casitas de piedra y adobe. Los cardos, desplazados por un lado, treparon por otro, enhiestos e impertérritos. Aparecieron las primeras gallinas medio atolondradas. Los chivitos aprendieron a prestarse dócilmente a la nota pictórica. Y los inevitables chiquilines de grandes ojos comenzaron a revolcarse entre las piedras. El pueblo estaba echado.

Don Faustino, el constructor gringo que llevaba la palanca del progreso metida en su fuerte constitución sanguínea, le echó el ojo y construyó las primeras casas. Tras él llegó el almacenero, por supuesto, turco. Luego, unos franceses enriquecidos con las caleras, hicieron construir los primeros chalets con vista al río. Y el pueblo fue surgiendo, como por milagro, en torno de las canteras, al ritmo de las explosiones, disparándole a la cal, dispersándose y apretándose, urgido por un inconsciente afán de semejarse a los otros pueblos.

Así nació la necesidad de juntar hechos para la historia. Una historia intrascendente, claro está, ya que Dumesnil aún no tenía medios para rendir tributo a ningún muerto. Era un pueblo en gestación, con franco impulso de crecer y multiplicarse. Lo patentizaban los chicos que entre las tunas y los pozos de cal ya jugaban al fútbol. Y las muchachas que pasaban en bicicleta, o en motoneta, pedaleando ilusiones de ajuar tras la estela de galanteos.

Las chimeneas de los hornos de cal embellecían el panorama, o lo afeaban, según el gusto de cada consumidor de paisajes. Largas hileras de casas, sinuosas y desparejas, se fueron alineando por los caminos que llevaban a las canteras; serpentearon a orillas del río y se atrevieron en torno de la fresca municipalidad. Luego la cal se encargó de borrar diferencias de formas y colores, envolviéndolo todo con un tenue manto blancuzco.

Don Faustino, después de que construyó la comisaría, la escuela, el club y la confitería, anudó el mundo de la cal con el mundo grande de la provincia mediante una línea de ómnibus. Porque él, después de colocar piedra sobre piedra, y de amasarlas con cal, lo ponía todo en marcha con cadenas de ómnibus: ómnibus viejos, destartalados y repintones que realizaban el milagro de andar como empujados por su fuerza.

El cura de la parroquia de La Calera se empeñó en que la gente de Dumesnil construyera su iglesia. Y la capilla también surgió, en lo alto de la loma, blanca y aérea, con sabor a cal y a plegarias, donde rezar era como ir hacia Dios por un atajo nuevo, fresco de sombras.

Entonces, el pionero que había levantado el pueblo con proyecciones de centro industrial pensó en el cementerio. Y le pareció que ese declive, a mitad del camino a La Calera, un tanto alejado de los hornos, era el lugar más propicio para el reducto final de un pueblo nacido con tan dinámica desenvoltura. Un lugar ideal por lo estratégico, ya que hubiese podido recibir los muertos de los varios centros en formación que pululaban por los alrededores. Y como los deudos no podrían ir a visitar a sus queridos difuntos de a pie, bajo el sol y los nubarrones de cal, cargados de flores y pesadumbres, un servicio de ómnibus sería la solución y el negocio. Y otro signo de progreso.

¿Que el pueblo era reciente? ¡Hombre! La gente estaba tan adherida a esa tierra como las rocas. Los serranos se habían apegado a las canteras duros y empecinados como los cardos. Luego vinieron los camioneros, mecánicos, comerciantes... Y hasta llegaron “enfermos”, esos tuberculosos pobres, obligados a disparar de los pueblos cuya única industria era la de los “delicados”. Además, éstos llegaron a Dumesnil esperanzados y atraídos por la fama de que allí nadie había muerto. Y eso era como un ahuyentar a la mismísima muerte.

El verano echaba sobre Dumesnil pinceladas de modestos turistas. Entonces, en las canchas de tierra se improvisaban bailes y partidos de fútbol. En el bar, con terraza sobre el río, los camioneros, de puro alegres, probaban sus músculos en uno que otro jaleo. Eso, para dar al pueblo un matiz de violencia realista, como en el cine. Y había casorios. Casorios con sus correspondientes nacimientos. Y nacimientos sin los correspondientes casorios. Y accidentes de tránsito. Pero, en cuanto a morir..., nadie.

Hubiérase dicho que en el pueblo flotaba un acuerdo, tácito y colectivo, de aguantar en todo lo posible, de superar la fatalidad. Una apuesta contra la muerte. Por eso los de Dumesnil no querían un cementerio. Estaban orgullosos de no necesitarlo. Era como un reto, o un seguro contra lo ineludible. El primero en morirse —pensaban— se las arreglaría, como se las habían arreglado ellos. Inventaría algo. Sería un pionero. Y cuando los turistas se enteraban de que Dumesnil, a pesar de sus veinte años extrayendo cal, no contaba con ningún muerto, deducían: “Es porque no tienen cementerio”.

El rechoncho de don Faustino no pensaba lo mismo. Él decía: “Un pueblo progresista debe tener un cementerio propio. Es una cuestión de solidaridad, de civilización. En cualquier momento, un accidente en la ruta, una explosión y ...¡blum!... ¿Y después?”

Y pensaba con simpatía en don Pascual, viejo y paralítico, el padre del quintero. En doña Clorinda, abuela de todo el mundo. Ellos eran candidatos seguros para el estreno del cementerio. Y se preocupaba por los enfermos pobres, los que deambulaban su tos por entre los recovecos de las canteras. Con toda seguridad, ellos no podrían costearse el lujo de volver muertos a sus pueblos. Ahí estaba por ejemplo el riojano, con un solo pulmón macilento y fantasmal, dando vueltas por las calles resecas de cal, como si estuviera reclamando un cementerio humilde, decoroso. Esa gente imponía la construcción de un lugar de descanso. El cementerio era un deber social.

Don Faustino, que era presidente del club deportivo y aspiraba a ser intendente del pueblo, se dijo: "Para la primavera tendremos el cementerio". Y, como consecuencia lógica, se prometió: "Para el verano inauguraré la nueva línea de ómnibus".

Y una mañana de sol, el gringo, campera de cuero y nariz pomposa, subió en la chata, cruzó la loma, y fue a trazar los límites del recinto rodeándolo con un alambrado. Luego hizo levantar alrededor un blanco tapialito. Entonces pudo declarar: “Éste es el cementerio”.

La gente tomó el hecho a broma. Y mientras tanto, caballos y burros entraban a pastar en el recinto como Pancho por su casa. Y las gallinas a escarbar, no se sabe qué. Las protestas de don Faustino constituían el regocijo del pueblo. Los de Dumesnil no podían acostumbrarse a la idea de que ese lugar hospedaría a los muertos. Entonces el constructor advirtió que era necesario consagrar el terreno oficialmente. Y no se dio descanso hasta que la comuna prometió que en primavera el cementerio sería inaugurado. En primavera... Buena época, pensó don Faustino. Invitarían a autoridades y curas de Córdoba; al mismo gobernador o sus representantes. Y los periodistas y los fotógrafos... Le hubiese gustado contratar también una banda, pero se hacía cargo de que, a pesar suyo, eso no cuadraba con el significado de la ceremonia. En realidad, el problema principal era contar con un muerto. Por lo menos... ¡uno! ¡Y de Dumesnil!

El invierno fue crudo. Uno salía a la calle y oía toser a todo el mundo. Era cuestión de esperar. Y don Faustino era hombre de constancia. Sabía aguantar con tal de salir con la suya. Alguien debía morir.

Pasó el invierno, y ahí estaban, tozudos e invictos, don Pascual, doña Clorinda y el riojano. Y los chicos jugando otra vez entre los pozos de cal, descalzos, negros y revoltosos como avispas brasileñas, sin que las explosiones de dinamita alterasen para nada su integridad física.

Se acercó la fecha fijada para la inauguración del cementerio. Ningún muerto. Pero el constructor no era hombre de dejarse abrumar por las circunstancias. Había que contar con un muerto y basta.

Una mañana temprano don Faustino viajó a La Calera. Fue a hablar con el socio de una de sus tantas empresas de ómnibus. Y entre los dos, positivos y progresistas, lo concertaron todo. Para el día de la inauguración oficial, Dumesnil contaría con un muerto. Un muerto reciente y auténtico. Una red de amigos, todos colectiveros, se encargaría de controlar los enfermos pobres de las zonas próximas. Al primero que muriese y cuya familia no estuviese en condiciones de pagar un entierro decente, lo llevarían a Dumesnil con todos los honores del caso. Ya le encontrarían motivos para dedicarle un discurso. A cualquier deudo le hubiese gustado ver a su muerto honrado con una inauguración oficial. Una página memorable para el historial de cualquier familia. Como un reconocimiento póstumo, justiciero, inesperado.

Para ello, nada más fácil. Todos sabían que don Mariotti había amasado su fortuna llevando a los muertos en automóvil desde las sierras hasta los pueblos, en los que sus familiares les daban sepultura. Todos sabían que, para eludir impuestos, Mariotti colocaba el muerto a su lado, bien sentadito, con un cigarro en la boca, y así pasaba de largo, saludando cordialmente a las autoridades camineras. En cambio, los socios de don Faustino harían las cosas bien, sin trampas: traerían a Dumesnil un muerto recogido en cualquiera de los pueblos vecinos, y lo harían con el consentimiento familiar y con los papeles en orden. Y el entierro de honor correría a expensas de la comuna.



El día fijado para la inauguración apremiaba. Y Dumesnil, fiel a su tradición de pueblo como de paso, no permitió que nadie se muriese. Y en los pueblos vecinos, por puro espíritu de imitación, tampoco murió nadie.

Ante las circunstancias adversas, don Faustino echó mano a un recurso. Fue a La Calera, hizo desenterrar a un linyera muerto un mes antes, le compró un buen ataúd y lo hizo llevar a Dumesnil. Y con los papeles en orden.

Todo el mundo acudió a la inauguración como a una cita de honor o a una feria. ¡Por fin! Dumesnil inauguraba su cementerio, pero con un muerto prestado, ajeno. Un muerto artificial, digamos. El pueblo no desmentía su fama de hospitalario e inmortal. Pero eso era un mal principio para la futura línea de ómnibus.

La ceremonia logró desarrollarse en forma correcta, pese al buen humor que todos ocultaban bajo el convencionalismo. Claro que la inauguración hubiese sido más... histórica si el muerto hubiese sido de allí. Pero...

De repente, el clima casi solemne fue quebrado por la irrupción de una hilera de patos. Don Faustino se amoscó y gesticuló indignado. En cambio, todos los labios se apretaron para dominar la sonrisa. Porque si no hubiese sido por consideración a viejas tradiciones, todo el pueblo habría celebrado jubilosamente su buena suerte: la de inaugurar el cementerio propio con un muerto ajeno.

Al atardecer, don Faustino se marchó con su chata a La Calera. Debía ultimar las formalidades contraidas con la Municipalidad y la comisaría de La Calera, las que le habían cedido al protagonista de la jornada. Los amigos del constructor se reunieron en el “bar americano” para festejar el acontecimiento, tan insólito como auspicioso. En ese lugar, por fin, el gringo podía dar rienda suelta a su optimismo. Y empinar un poco el codo. Para el verano funcionaría una nueva línea de ómnibus.

Pasada la medianoche, don Faustino emprendió el viaje de regreso a Dumesnil. Saludó a los amigos y partió alegre, eufórico.

Aspiró con fruición el aire de esa noche de triunfo y, loma arriba, loma abajo, comenzó a silbar una vieja “canzonetta”. Hermoso país; sierras y ríos; país de progreso.

Al acercarse a Dumesnil, tomó el camino que orilla el cementerio. Sobre el telón de fondo de las sierras vio dibujarse el perfil de la Cruz, iluminando por la luna. Ese signo aéreo, que se destacaba en el silencio nocturno, daba al recinto un clima casi místico. Lo inundó una ola de emoción y de orgullo. Era un cementerio auténticamente hermoso: progresaría. Él había salido con la suya.

El pionero de Dumesnil se sintió satisfecho. Hasta le pareció oír el estrépito de las bocinas de los ómnibus de la nueva línea. Ese sonido marcaría un ritmo más vivaz, más dinámico, en la ruta de la cal.

De repente, junto al tapial del cementerio, donde el camino se empina hacia una curva cerrada, vio a un caballo que intentaba penetrar en el recinto. Sintió una irritación violenta y aceleró la marcha para espantar al animal. En esa fracción de instante, lo fulminó la aparición de un camión cargado de cal. Echó una maldición al caballo. Los faros lo encandilaron. Frenó en seco, estrepitosamente: el choque fue explosivo. La chata de don Faustino dio unas volteretas y fue a incrustarse contra las rocas, frente al portal del cementerio. El cuerpo del gringo fue arrojado hacia adentro.

Pocos minutos después, el caballo se acercó al hombre: lo husmeó. Luego, con pausada gravedad, se alejó del sagrado recinto.

El pueblo ya tenía historia.



Comentario

La autora del cuento toma datos de la realidad para hacer mas verídico y cercano el relato. Un ejemplo de esto es que sitúa la historia en Dumesnil, (pequeña localidad cordobesa)
El conflicto aparece en el comienzo del relato,”Dumesnil no tenia cementerio”, esto hace que se destaque en el cuento y nos indique sobre la temática de este. Después le siguen descripciones sobre el surgimiento del pueblo, “era un pueblo surgido de la cal“, “comenzaron a emerger de la cal casitas de piedra y adobe”, finalizando con “el pueblo estaba echado”.
El pueblo buscaba consolidar una historia donde era necesario tener a alguien a quien honrar “ya que Dumesnil no tenia medios para rendir tributo a ningún muerto.”
La ausencia de cementerio era un modo de negar el pasado, “una apuesta contra la muerte“como describe la autora., solo existía la vida.
El pueblo fue creándose a partir de las intenciones de Don Faustino, quien en su carrera hacia el progreso anticipó su propio final: “En cualquier momento, un accidente en la ruta, una explosión y...¡blum!... ¿Y después?”
Se transforma en el primer muerto propio del pueblo e inaugura la historia del mismo. Por lo que el relato concluye diciendo: “El pueblo ya tenía historia.”

jueves, 18 de septiembre de 2008

MITOLOGÍAS

ARGOS
Argos (mitología), en la mitología griega, un gigante de cien ojos (también llamado Panoptes) que fue designado por la diosa Hera, mujer de Zeus, para custodiar a Ío, de la que tenía celos. Zeus, que favorecía a su amante Ío, la convirtió en vaca para protegerla de Hera. Enviado por Zeus para rescatar a Ío, el dios Hermes hizo mediante el recurso de la música que Argos cerrase sus ojos para dormirse y luego lo mató cortándole la cabeza. Según una versión de esta historia, Argos se transformó a continuación en un pavo real; según otra, Hera trasplantó los ojos del gigante a la cola del pavo real.

HERMES
Hermes, en la mitología griega, mensajero de los dioses, hijo del dios Zeus y de Maya, la hija del titán Atlas. Como especial servidor y correo de Zeus, Hermes tenía un sombrero y sandalias aladas y llevaba un caduceo de oro, o varita mágica, con serpientes enrolladas y alas en la parte superior. Guiaba a las almas de los muertos hacia el submundo y se creía que poseía poderes mágicos sobre el sueño. Hermes era también el dios del comercio, protector de comerciantes y pastores. Como divinidad de los atletas, protegía los gimnasios y los estadios, y se lo consideraba responsable tanto de la buena suerte como de la abundancia. A pesar de sus virtuosas características, también era un peligroso enemigo, embaucador y ladrón. El día de su nacimiento robó el rebaño de su hermano, el dios del sol Apolo, oscureciendo su camino al hacer que la manada anduviera hacia atrás. Al enfrentarse con Apolo, Hermes negó haber robado. Los hermanos acabaron reconciliándose cuando Hermes le dio a Apolo su lira, recién inventada. En el primitivo arte griego, se representaba a Hermes como un hombre maduro y barbado; en el arte clásico, como un joven atlético, desnudo e imberbe como puede comprobarse en el Hermes de Praxíteles, en Olimpia.

HERA
En la mitología griega, reina de los dioses, hija de los titanes Cronos y Rea, hermana y mujer del dios Zeus. Hera era la diosa del matrimonio y la protectora de las mujeres casadas. Era madre de Ares, dios de la guerra, de Hefesto, dios del fuego, de Hebe, diosa de la juventud, y de Ilitía, diosa del alumbramiento. Mujer celosa, Hera perseguía a menudo a las amantes y a los hijos de Zeus. Nunca olvidó una injuria y se la conocía por su naturaleza vengativa. Irritada con el príncipe troyano Paris por haber preferido a Afrodita, diosa del amor, antes que a ella, Hera ayudó a los griegos en la guerra de Troya y no se apaciguó hasta que Troya quedó destruida. Se suele identificar a Hera con la diosa romana Juno.

DANAO
En la mitología griega, hijo de Belo, rey de Egipto, y de Anquínoe. Egipto, hermano gemelo de Dánao, deseaba casar a sus cincuenta hijos con las cincuenta hijas de Dánao y sus hijas, que se oponían a ese acuerdo, huyeron de Egipto a Argos, donde Dánao se convirtió en rey. Sin embargo, los jóvenes las persiguieron, y Dánao finalmente accedió, pero dio a cada hija una daga para que matase a su marido la noche de bodas. Hipermnestra, la única hija que no obedeció, fue aprisionada por Dánao, pero después liberada. Como castigo por los asesinatos, las 49 hermanas obedientes, conocidas como Danaides, fueron condenadas por los dioses a la infructuosa y eterna tarea de llenar un tonel sin fondo en el mundo subterráneo.

AQUELOO
El que ahuyenta el pesar". Dios del río del mismo nombre, entre Etolia y Acarnania, el mas antiguo y poderoso de Grecia.

Se le representa como un toro con cabeza de hombre y otras veces como un anciano con dos cuernos, pelo gris y barba hirsuta de la que constantemente mana agua.
Aqueloo era muy respetado en la antigua Grecia. Su nombre se invocaba en oraciones, sacrificios y a la hora de hacer juramentos. Según Virgilio este culto tan extendido se debió a que Aqueloo termino representando a todos los ríos o aguas dulces, fuentes de la agricultura y, por tanto, de la vida de los hombres.
Descendencia de Aqueloo con Perimede dos hijos Hipodamo y Orestes.Con Melpómene o Terpsícore tuvo a cinco hijas sirenas: Aglaope, Telxinoe, Pisinoe, Partenope y Ligeria.El oráculo de Dodona añadía a cada respuesta que daba la orden de ofrecer sacrificios a Aqueloo.Disputo con Heracles la mano de Deyanira, de la que estaba enamorado. En su lucha con él, se transformo en serpiente y después en toro, lo que aprovecho Heracles para derribarle y arrancarle uno de sus cuernos, que recupero a cambio del cuerno de Amaltea, llamado cuerno de la abundancia. Heracles obligo al vencido a refugiarse en el río Toas, que desde entonces se llamo Aqueloo.Otras versiones afirman que Aqueloo cuando perdió a sus hijas las sirenas, estaba tan afligido que invocando a Gea, esta le acogió en su seno. en el punto mismo donde la Tierra lo recibió, surgió el caudaloso manantial que formo el río.

HERCULES
en la mitología griega, héroe conocido por su fuerza y valor así como por sus muchas y legendarias hazañas. Hércules es el nombre romano del héroe griego Heracles. Era hijo del dios Zeus y de Alcmena, mujer del general tebano Anfitrión. Hera, la celosa esposa de Zeus, decidida a matar al hijo de su infiel marido, poco después del nacimiento de Hércules envió dos grandes serpientes para que acabaran con él. El niño era aún muy pequeño pero estranguló a las serpientes. Ya de joven, mató a un león con sus propias manos. Como trofeo de esta aventura, se puso la piel de su víctima como una capa y su cabeza como un yelmo. El héroe conquistó posteriormente a una tribu que exigía a Tebas el pago de un tributo. Como recompensa, se le concedió la mano de la princesa tebana Megara, con quien tuvo tres hijos. Hera, aún implacable en su odio hacia Hércules, le hizo pasar un acceso de locura durante el cual mató a su mujer y a sus hijos. Horrorizado y con remordimientos por este acto, Hércules se habría suicidado, pero el oráculo de Delfos le comunicó que podría purgar su delito convirtiéndose en sirviente de su primo Euristeo, rey de Micenas. Euristeo, compelido por Hera, le impuso el desafío de afrontar doce difíciles pruebas, los doce trabajos de Hércules.

GALANTIS
Galantis (o Galintias) era, en la mitología griega, una sirviente pelirroja de Alcmena que la asistió durante el nacimiento de Heracles. Cuando Alcmena estaba de parto, estaba sufriendo dificultades para parir a un niño tan grande. Tras siete días pidió la ayuda de Lucina, la diosa de los nacimientos. Sin embargo, Lucina no la ayudó por expreso deseo de Hera. En lugar de ello, apretó sus manos y cruzó sus piernas, evitando que el niño naciera. Alcmena se retorció de dolor, maldijo los cielos y se puso al borde la muerte. Galantis observó a Lucina y dedujo los planes de Hera. Le dijo a la diosa que el niño había nacido, lo que la asustó tanto que saltó y abrió las manos. Esto liberó a Alcmena, que pudo dar a luz. Galantis rió y ridiculizó a Lucina, siendo transformada en comadreja como castigo. Siguió viviendo con Alcmena tras su transformación.

Fénix
(mitología), ave legendaria que vivía en Arabia. Según la tradición, se consumía por acción del fuego cada 500 años, y una nueva y joven surgía de sus cenizas. En la mitología egipcia, el ave fénix representaba el Sol, que muere por la noche y renace por la mañana. La tradición cristiana primitiva adoptaba al ave fénix como símbolo a la vez de la inmortalidad y de la resurrección. Se le ha visto una relación con el pájaro de fuego de la mitología aborigen americana.

SISIFO
En la mitología griega, rey de Corinto, hijo de Eolo, rey de Tesalia. Sísifo observó cómo el dios Zeus se llevaba a la hermosa joven Egina y le contó a su padre lo que había visto. Enfurecido con Sísifo, Zeus lo condenó al Tártaro, donde estaba obligado a llevar eternamente a la cima de una colina una piedra, que siempre caía rodando y, por tanto, su esfuerzo debía recomenzar.



PROMETEO

En la mitología griega, uno de los titanes, conocido como amigo y benefactor de la humanidad, hijo del titán Jápeto y la ninfa del mar Clímene o la titánide Temis. Prometeo y su hermano Epimeteo recibieron el encargo de crear la humanidad y de proveer a los seres humanos y a todos los animales de la tierra de los recursos necesarios para sobrevivir. Epimeteo (cuyo nombre significa ‘ocurrencia tardía’), procedió en consecuencia a conceder a los diferentes animales atributos como el valor, la fuerza, la rapidez, además de plumas, piel y otros elementos protectores. Cuando llegó el momento de crear un ser que fuera superior a todas las demás criaturas vivas, Epimeteo se dio cuenta de que había sido tan imprudente al distribuir los recursos que no le quedaba nada que conceder. Se vio forzado a pedir ayuda a su hermano, y Prometeo (cuyo nombre significa ‘prudencia’) se hizo cargo de la tarea de la creación. Para hacer a los seres humanos superiores a los animales, les otorgó una forma más noble y les dio la facultad de caminar erguidos. Entonces se dirigió a los cielos y encendió una antorcha con fuego del sol. El don del fuego que Prometeo concedió a la humanidad era más valioso que cualquiera de los dones que habían recibido los animales.
Estas acciones de Prometeo provocaron la ira del dios Zeus. No sólo había robado el fuego para los seres humanos, sino que también engañó a los dioses haciendo que ellos recibieran las peores partes de cualquier animal sacrificado y los seres humanos la mejor. En una pila, Prometeo colocó las partes comestibles de un buey, la carne y las entrañas, y las recubrió con el vientre del animal. En otra puso los huesos y los cubrió con grasa. Al pedirle a Zeus que eligiese entre las dos, el dios optó por la grasa y se sintió muy disgustado al descubrir que ésta cubría una pila de huesos. A partir de ese momento, sólo la grasa y los huesos se entregaron a los dioses en sacrificio; la buena comida quedaba para los mortales. Por las transgresiones de Prometeo, Zeus lo hizo encadenar a una roca en el Cáucaso, donde era atacado constantemente por un águila. Finalmente lo liberó el héroe Hércules, que mató al ave rapaz.

DEDALO
En la mitología griega, el arquitecto e inventor que diseñó para el rey Minos de Creta el laberinto en el que fue aprisionado el Minotauro, un monstruo comedor de hombres que era mitad hombre y mitad toro. El laberinto fue tan hábilmente diseñado que nadie podía escapar de ese espacio intrincado o del Minotauro. Dédalo reveló el secreto del laberinto sólo a Ariadna, hija de Minos, y ella ayudó a su amante, el héroe ateniense Teseo, a matar al monstruo y escapar. Encolerizado por la fuga, Minos encarceló a Dédalo y a su hijo Ícaro en el laberinto. Aunque los prisioneros no podían encontrar la salida, Dédalo fabricó alas de cera para que ambos pudieran salir volando del laberinto. Ícaro, sin embargo, voló demasiado cerca del sol; sus alas se derritieron y cayó al mar. Dédalo voló hasta Sicilia, donde fue recibido por el rey Cócalo. Minos persiguió después a Dédalo pero las hijas de Cócalo lo mataron.

MINOTAURO
En la mitología griega, monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre. Era hijo de Pasífae, reina de Creta, y de un toro blanco como la nieve que el dios Poseidón había enviado al marido de Pasífae, el rey Minos. Cuando Minos se negó a sacrificar el animal, Poseidón hizo que Pasífae se enamorara de él. Después de dar a luz al Minotauro, Minos ordenó al arquitecto e inventor Dédalo que construyera un laberinto tan intrincado que fuera imposible salir de él sin ayuda. Allí fue encerrado el Minotauro y lo alimentaban con jóvenes víctimas humanas que Minos exigía como tributo de Atenas. El héroe griego Teseo se mostró dispuesto a acabar con esos sacrificios inútiles y se ofreció a sí mismo como una de las víctimas. Cuando Teseo llegó a Creta, la hija de Minos, Ariadna, se enamoró de él. Ella lo ayudó a salir dándole un ovillo de hilo que él sujetó a la puerta del laberinto y fue soltando a través de su recorrido. Cuando se encontró con el Minotauro dormido, golpeó al monstruo hasta matarlo, salvando también a los demás jóvenes y doncellas condenados al sacrificio haciendo que siguieran el recorrido del hilo hasta la entrada.

ORFEO
Orfeo, en la mitología griega, poeta y músico, hijo de la musa Calíope y de Apolo, dios de la música, o de Eagro, rey de Tracia. Recibió la lira de Apolo y llegó a ser un músico tan excelente que no tuvo rival entre los mortales. Cuando Orfeo tocaba y cantaba, conmovía a todas las cosas, tanto animadas como inanimadas. Su música encantaba a los árboles y las rocas, amansaba las fieras y hasta los ríos cambiaban su curso para seguirlo.

Orfeo es más conocido por su desafortunado matrimonio con la adorable ninfa Eurídice. Poco después de la boda, la novia sufrió la picadura de una víbora y murió. Abrumado por el dolor, Orfeo decidió ir al mundo subterráneo para buscarla y llevarla otra vez al mundo de los vivos, algo que nadie había hecho hasta entonces. Hades, el soberano del reino subterráneo, quedó tan conmovido por su música que le devolvió a Eurídice, con la condición de que él no volviera la cabeza hacia atrás mientras regresaban al mundo de los vivos. Orfeo no pudo dominar su ansiedad, y cuando alcanzó la luz del día giró la cabeza, por lo que Eurídice se desvaneció. Desesperado, Orfeo renunció a la compañía humana y vagó por el desierto, tocando su música para las rocas, los árboles y los ríos. Finalmente, un violento grupo de mujeres tracias, seguidoras del dios Dioniso, se encontraron con el delicado músico y lo mataron. Cuando ellas arrojaron su cabeza cortada al río Hebro, ésta continuó llamando a Eurídice y llegó finalmente a la costa de Lesbos, donde las musas lo sepultaron. Después de su muerte, la lira de Orfeo se transformó en la constelación Lira.

HADES
Hades, en la mitología griega, dios de los muertos. Era hijo del titán Cronos y de la titánide Rea y hermano de Zeus y Poseidón. Cuando los tres hermanos se repartieron el universo después de haber derrocado a su padre, Cronos, a Hades le fue concedido el mundo subterráneo. Allí, con su reina, Perséfone, a quien había raptado en el mundo superior, rigió el reino de los muertos. Aunque era un dios feroz y despiadado, al que no aplacaba ni plegaria ni sacrificio, no era maligno. En la mitología romana, se le conocía también como Plutón, señor de los ricos, porque se creía que tanto las cosechas como los metales preciosos provenían de su reino bajo la tierra.

El mundo subterráneo suele ser llamado Hades. Estaba dividido en dos regiones: Erebo, donde los muertos entran en cuanto mueren, y Tártaro, la región más profunda, donde se había encerrado a los titanes. Era un lugar oscuro y funesto, habitado por formas y sombras incorpóreas y custodiado por Cerbero, el perro de tres cabezas y cola de dragón. Siniestros ríos separaban el mundo subterráneo del mundo superior, y el anciano barquero Caronte conducía a las almas de los muertos a través de estas aguas. En alguna parte, en medio de la oscuridad del mundo inferior, estaba situado el palacio de Hades. Se representaba como un sitio de muchas puertas, oscuro y tenebroso, repleto de espectros, situado en medio de campos sombríos y de un paisaje aterrador. En posteriores leyendas se describe el mundo subterráneo como el lugar donde los buenos son recompensados y los malos castigados.

ESTIGIA
Laguna Estigia, en la mitología griega, zona pantanosa del río Éstige en la que se encontraban los espíritus errantes de los muertos que no habían sido sepultados. Según la Teogonía de Hesíodo, se personificaba a Estigia como una hija del titán Océano y, además, como guardiana de los juramentos sagrados que vinculaban a los dioses.

CARONTE

Caronte, en la mitología griega, hijo de la Noche y de Erebo, que personificaba la oscuridad bajo la tierra a través de la cual las almas de los muertos iban hacia la morada del Hades, el dios de la muerte. Caronte era el viejo barquero que transportaba las almas de los muertos por la laguna Estigia hasta las puertas del mundo subterráneo. Admitía en su barca sólo a las almas de aquellos que habían recibido los ritos sepulcrales y cuyo paso había sido pagado con un óbolo colocado bajo la lengua del cadáver. Aquellos que no habían sido sepultados y a quienes Caronte no admitía en su barca eran condenados a esperar junto a la laguna Estigia durante 100 años.

ESFINGE
Esfinge, en la mitología griega, monstruo con cabeza y pechos de mujer, cuerpo de león y alas de ave. Acuclillada en una roca, abordaba a todos los que iban a entrar a la ciudad de Tebas planteándoles el siguiente enigma: “¿Qué es lo que tiene cuatro pies por la mañana, dos a mediodía y tres por la noche?”. Si los interpelados no resolvían el enigma, ella los mataba. Cuando el héroe Edipo lo resolvió respondiendo: “El hombre, que gatea al poco de nacer, camina sobre dos piernas cuando es adulto y anda con la ayuda de un bastón cuando llega a la vejez”, la esfinge se suicidó. Por haberlos librado de este monstruo terrible, los tebanos convirtieron a Edipo en su rey.

ERICTONIO
Erictonio (griego Ἐρεχθόνιος, Erekhthónios), también llamado Erecteo I, fue el primer rey semi-mítico de Atenas (otras fuentes dicen que fue Cécrope I). Los textos clásicos afirman que era hijo de Hefesto (Vulcano) y Atis (otras fuentes: de Gea), hija de Cranao, y que provenía de Sais, Egipto. En unión con Pasitea tuvo a Pandión.
Según el mito, cuando Hefesto (Vulcano) intentó violar a Atenea (Minerva), que buscaba un arma en su taller, el semen cayó sobre el muslo de la diosa, y al intentar quitárselo ella, fecundó a la Tierra (Gea), de ella nació Erecteo I o Erictonio, que significa nacido de la tierra.
Según Pausanias, Atenea puso a Erictonio dentro de una cesta, que entregó a tres hermanas, llamadas Aglauro, Herse y Pándroso. Les prohibió abrirla, pero Herse y Aglauro la desobedecieron y al ver a Erictonio, con cuerpo de serpiente, enloquecieron y se lanzaron por la parte más abrupta de la Acrópolis de Atenas. También dice que Erictonio podría ser la serpiente tallada junto a la lanza de la Atenea Partenos, esculpida por Fidias y sita en el Partenón.

DEMETER
Deméter, en la mitología griega, diosa de los granos y de las cosechas, hija de los titanes Cronos y Rea. Cuando su hija Perséfone fue raptada por Hades, dios del mundo subterráneo, el dolor de Deméter fue tan grande que descuidó la tierra; no crecieron plantas y el hambre devastó el universo. Consternado ante esta situación, Zeus, el regidor del mundo, pidió a su hermano Hades que devolviese Perséfone a su madre. Hades asintió, pero antes de liberar a la muchacha hizo que ésta comiese algunas semillas de granada que la obligarían a volver con él durante cuatro meses al año. Feliz de reunirse de nuevo con su hija, Deméter hizo que la tierra produjese flores primaverales y abundantes frutos y cereales para las cosechas. Sin embargo, su dolor retornaba cada otoño cuando Perséfone tenía que volver al mundo subterráneo. La desolación del invierno y la muerte de la vegetación eran consideradas como la manifestación anual del dolor de Deméter cuando le arrebataban a su hija. Deméter y Perséfone eran veneradas en los ritos de los misterios de Eleusis. El culto se extendió de Sicilia a Roma, donde se veneraba a estas diosas como Ceres y Proserpina.

POSEIDON
Poseidón, en la mitología griega, dios del mar, hijo del titán Cronos y la titánide Rea, y hermano de Zeus y Hades. Poseidón era marido de Anfitrite, una de las nereidas, con quien tuvo un hijo, Tritón. Poseidón, sin embargo, tuvo otros numerosos amores, especialmente con ninfas de los manantiales y las fuentes, y fue padre de varios hijos famosos por su salvajismo y crueldad, entre ellos el gigante Orión y el cíclope Polifemo. Poseidón y la gorgona Medusa fueron los padres de Pegaso, el famoso caballo alado.

PROTEO
Proteo (mitología), en la mitología griega, hijo de Poseidón, dios del mar, o su sirviente y cuidador de sus focas. Proteo conocía todas las cosas pasadas, presentes y futuras pero era capaz de cambiar voluntariamente su aspecto para evitar a los que requerían de su facultad profética. Todos los días, a mediodía, Proteo surgía del mar y dormía a la sombra de las rocas en la isla de Faros, en Egipto, con sus focas tendidas a su alrededor. Todo aquel que deseara saber el futuro tenía que retenerlo en ese momento e intentar no soltarlo cuando asumía apariencias horribles, como animales salvajes y monstruos terribles. Si ninguna de sus artimañas prosperaba, Proteo recuperaba su forma habitual y decía la verdad. Entre los que lucharon con Proteo para conocer la verdad se encontraba Menelao, rey de Esparta.

EUTERPE MUSAS
Musas, en la mitología griega, nueve diosas e hijas del dios Zeus y Mnemosine, la diosa de la memoria. Las musas presidían las Artes y las Ciencias y se creía que inspiraban a los artistas, especialmente a poetas, filósofos y músicos. Calíope era la musa de la Poesía épica, Clío la de la Historia, Euterpe de la Poesía lírica, Melpómene de la Tragedia, Terpsícore de la Música y la Danza, Erato de la Poesía amorosa, Polimnia de la Poesía sagrada, Urania de la Astronomía y Talía de la Comedia.

Se decía que eran las compañeras de Las Gracias y de Apolo, el dios de la música. Ellas se sentaban junto al trono de Zeus, rey de los dioses, y cantaban su grandeza, el origen del mundo y sus habitantes, así como las gloriosas hazañas de los héroes. Se las veneraba en toda la antigua Grecia, especialmente en el Helicón, Beocia, y en Pieria, Macedonia.
Afrodita, en la mitología griega, diosa del amor y la belleza, equivalente a la Venus romana. En la Iliada de Homero aparece como la hija de Zeus y Dione, una de sus consortes, pero en leyendas posteriores se la describe brotando de la espuma del mar y su nombre puede traducirse como 'nacida de la espuma'. En la leyenda homérica, Afrodita es la mujer de Hefesto, el feo y cojo dios del fuego. Entre sus amantes figura Ares, dios de la guerra, que en la mitología posterior aparece como su marido. Ella era la rival de Perséfone, reina del mundo subterráneo, por el amor del hermoso joven griego Adonis.

AFRODITA
Tal vez la leyenda más famosa sobre Afrodita está relacionada con la guerra de Troya. Eris, la diosa de la discordia, la única diosa no invitada a la boda del rey Peleo y de la nereida Tetis, arrojó resentida a la sala del banquete una manzana de oro destinada "a la más hermosa". Cuando Zeus se negó a elegir entre Hera, Atenea y Afrodita, las tres diosas que aspiraban a la manzana, ellas le pidieron a Paris, príncipe de Troya, que diese su fallo. Todas intentaron sobornarlo: Hera le ofreció ser un poderoso gobernante; Atenea, que alcanzaría una gran fama militar, y Afrodita, que obtendría a la mujer más hermosa del mundo. Paris seleccionó a Afrodita como la más bella, y como recompensa eligió a Helena de Troya, la mujer del rey griego Menelao. El rapto de Helena por Paris condujo a la guerra de Troya.

ATLAS
Atlas (mitología), en la mitología griega, hijo del titán Jápeto y de la ninfa Clímene, y hermano de Prometeo. Atlas luchó con los titanes en la guerra contra las deidades olímpicas. Como castigo, fue condenado a cargar para siempre en sus espaldas la tierra y el firmamento y en sus hombros la gran columna que los separaba.

Atlas era el padre de las Hespérides, las ninfas que guardaban el árbol de las manzanas de oro, y Hércules le solicitó ayuda para realizar uno de sus trabajos. Hércules se ofreció a asumir la carga de Atlas si éste le conseguía las manzanas de oro. Atlas aceptó de buen grado, pensando librarse para siempre de su peso abrumador. Una vez que Atlas volvió con las manzanas, Hércules le pidió que lo descargara por un momento del peso en la espalda para acomodarse una almohada en los hombros. Atlas volvió a sostener la carga y Hércules escapó con las manzanas.

HIPERION
Hiperión, en la mitología griega, uno de los titanes. Era padre de Helios, dios del sol, de Selene, diosa de la luna, y de Eos, diosa de la aurora.

PIERIDES
En la mitología griega las Piérides eran —en un principio— las hijas de Píero, rey de Macedonia y de Evipe. Eran nueve jóvenes doncellas orgullosas por creerse especialmente dotadas con un excepcional talento para la música, el canto y la poesía. Estaban tan orgullosas de su virtud que decidieron atravesar la Tesalia y parte de Grecia hasta llegar al monte Helicón para retar a Las Musas y así, disputarles la supremacía del canto. «Si sois vencidas—dijeron las Piérides—nos cederéis el Parnaso y las floridas riberas del Hipocrene; si obtenéis la victoria os daremos los valles de Macedonia y buscaremos un asilo en los montes nevados de la Tracia»; las Musas aceptaron el reto.
Las Piérides comenzaron su canto celebrando con versos largos y monótonos el combate de Zeus y los Gigantes; prodigando así, desmesuradas alabanzas a la bravura de los hijos de la Tierra. Su canto les brotaba sin vida, sin color ni concordancia... La Musa Calíope fue la que se encargó de responderles y tejió en el acto un himno al poder infinito de los dioses y al Señor del universo, que con un soplo da vida a la creación y con una mirada reduce a todos los seres a la nada... Después, cantó la historia de Deméter y su eterno vagar por el mundo, su solicitud maternal, su temor, su esperanza y los numerosos beneficios que por ella prodigamos, que le hicieron digna de tantos templos levantados en su honor.
Apenas hubo acabado el canto, las ninfas del Parnaso, que debieron ejercer como jueces, le otorgaron la victoria a las Musas. Las hijas de Piero prorrumpieron entonces en fuertes protestas agrediendo a su rivales; pero al momento sus cuerpos se cubrieron de plumas negras y blancas y quedaron convertidas en urracas, yendo a posarse luego en las ramas de los árboles cercanos. Bajo ésta nueva forma, conservaban aún el mismo temperamento en ser charlatanas e inoportunas.
El poeta Nicandro nos ofrece los nombres de éstas doncellas: Colímbade, Iinge, Céncride, Cisa, Claoris, Acalántide, Nesa, Pipo y Dracóntide. Pausanias, sin embargo, dice que Las Piérides tenían el mismo nombre que Las Musas, hasta el punto de que los hijos atribuidos a estas últimas, en realidad, serían hijos de las Piérides.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Resumen de “Técnicas de rebeldía en Julio Cortazar” de Nicolás Bratosevich

La escritura de J.C. es pragmáticamente subversiva; ya que destruye despiadadamente esquemas y nos deja con necesidad de búsqueda. La literatura de J.C. es una afirmación del hombre como posibilidad, como búsquedas de una forma que nunca está acabada de hacer.
El surrealismo proclamo algo semejante al trastorno de nuestros deslindes, entre lo subjetivo y lo objetivo, el sueño y la vigilia, el azar y el cálculo, sino que la puesta en vista de vasos comunicantes que se escapan de nuestra conciencia. Más que mera fantasía es ponerse en contacto con partes de lo real que exceden nuestro conocimiento, pero que también son lo real.

Una modalidad de extrañamiento en J.C. es la hipérbole narrativa, por la cual se fuerza hasta lo inverosímil una situación en sí misma dable en la vida corriente., Ej.: el embotellamiento en “La autopista del sur”.

En la novelística de J.C. la anécdota pasa a ser, una vez vivida, ejemplo que los propios protagonistas aprovechan ara codificar su toma de posición sobre si y sobre el mundo, lo vivido a fondo se transforma en el lenguaje, y así nada se agota en sí mismo.

En J.C. no se trata del no conformismo ante lo cotidiano, sino de una persecución de lo autentico del hombre. Su producción zigzaguea entre el distanciamiento desalineante y la participación simpática.
En relación con la secuencia narrativa, lo extraño puede instalarse a partir de la primera línea del relato, como un enigma cuya clave solo el lector está en condiciones de intentar resolver. Identificar lo fantástico con la literatura del horror, es un equivoco que ha engañado a muchos.

Las figuras

Antes de J.C., Borges hizo “El Aleph” y en toda su literatura ha intentado resolver el secreto cósmico.
En J.C. la búsqueda inalcanzable se renueva en si misma. Todo lo dicho constituye el concepto de figura. Este concepto de figura que tiene J.C. crea sus técnicas literarias.

NOVELA MOSAICO: “rayuela”, algunos capítulos se señalan como prescindibles, proponen diversos ordenes de lectura, en cada orden hallamos una aventura y un desenlace distinto.
RELATOS LABERINTO: en donde la convergencia de tiempos, espacios o personas distintas.
La primera persona narrativa múltiple: Yo gramatical que no se identifica con un personaje sino con todos alternativamente.
Personaje como doble: Ej. En Todos los fuegos el fuego” donde dos series de personajes a distancias de siglos se identifican a partir de un acontecimiento que hace que ambas experiencias sean una sola: la catástrofe incendiaria. El titulo del cuento universaliza ambas situaciones, hasta convertir todas las muertes en una sola y por lo tanto también todas las vidas.
Esta concepción del doble en J.C. nada tiene que ver con el conflicto de la personalidad internamente dividida en dos, sino más bien un rebasamiento de personalidad, un acceso a la contracara de sí mismo, y de la cual, uno mismo es la contracara.
Ninguno de los dos es subsidiario del otro, no hay un YO auténtico y otro falso, sino que ambos conforman una unidad mayor que los engloba. Ej.: el personaje de “Una flor amarilla”.
En “las babas del diablo”, la trama del cuento presenta enigmas que acaban resolviéndose en procesos paralelos y contradictorios de la misma historia, por lo cual quienes la viven y las cosas mismas quedan sumidas en algo que las produce, combina y multiplica y ese es el SER hecho de tiempo. Conclusión, ” La persona es el tiempo”.
La escritura subversiva de J.C. ha roto una vez más las convenciones de la literatura narrativa, según las cuales las categorías personaje-espacio-tiempo-acción, han sido hasta ahora cuidadosamente delimitadas. Todo sintagma gramatical en J.C. es siempre un ojo de buey abierto a una posible realidad, otra realidad que está detrás del lenguaje.

La expresión de lo inasible

Muchos personajes de J.C. son exiliados, excluidos de su patria, de su propia identidad, a menudo conviven en grupos inestables son siempre desarraigados y en la búsqueda de algo.
La narrativa de J.C: se atiene al autor que no interviene en la historia relatada como personaje.
Pero a veces padece de omnisciencia: puede ser el protagonista o el personaje lateral.

La búsqueda pura, la revolución integral


Los perseguidores de J.C. asumen el riesgo de una búsqueda a ultranza. Lo fantaseado y lo real se intrincan de tal modo que la realidad física pasa a tener vigencia de aparición, de revelación que ya poco tiene que ver con las cosas objetivas.

La posibilidad como conducta; la razón de la sinrazón

En la mitología japonesa, el huevo cósmico simboliza la totalidad primigenia indiferenciada de lo que existe. Esta concepción antropológica es decir de modo mental de encarar al mundo y con él el hombre; explica todas las técnicas de rebeldía de J.C. es la apetencia del centro la liberación de los esquemas de la costumbre, etc.
En “Reunión” se reelabora el símbolo mítico del árbol cósmico (figura de sapiencia e inmortalidad desde el génesis bíblico, Árbol de la Vida, de la sabiduría)
Existen en J.C los llamados simbolismos de disponibilidad, uno es el topográfico otro una etapa de la vida.
Cortázar se propone, procura el estado de poesía en el hombre rehabilitar el ánimo y el espíritu del juego es lo que pedirá Cortázar. Puesto que el hombre no es sino ser que busca ser; proyecta ser.

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